Fui a buscar mi identidad a un fotomatón
pensando que con recortes de fotos de caras desconocidas,
desechadas y esparcidas por el suelo como hojas caídas,
podría construir un nido a mi memoria
ahora que el invierno acecha
en el umbral del olvido.
No sé si Amélie tuvo algo que ver,
pero aquellas sonrisas forzadas y aureoladas por un flash cegador
me dieron el destello de hipocresía que necesitaba
para saber quién soy y quién no seré
jamás.
Me quemaré las retinas viendo imágenes de otras vidas
para tratar de arrojar luz sobre la mía,
tan gris y desvaída.
Después de todo,
quizá el infierno del olvido no sea ni tan oscuro ni tan negro como lo pintan
ahí fuera.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.