Todo es igual que ayer, nada ha cambiado
y sin embargo siento
como si a estas alturas de la vida
se me hubieran
encogido las manos y estuviesen
más altas las estrellas
y más cerca el instante de quedarnos
solos ante el umbral.
De nada habrán servido las tricheras abiertas a la luz de una vela,
de nada nuestros vientres estériles,
las leves reverencias,
poque todo es igual,
los ríos buscan una eterna razón para seguir fluyendo,
abro un libro cualquiera y todo son cadáveres y enigmas,
las preguntas de siempre,
las palomas
y el arca de Noé,
por eso me pregunto si esta extraña quietud no será un sueño
y al despertar mañana empiece a ver
el rostro verdadero de las cosas.
Tal vez ni eso siquiera
y me dé cuenta
de que no hay más verdad que la aflicción de un huérfano
ni más eternidad que cada instante.