De frente, asumiendo su presencia,
el rostro recibe el primer encuentro;
por la luz se vislumbra la secuencia
de alimentar cada vida con su fuego.
Cierra los ojos y hasta respiras calor
de su mano extendida sobre la piel:
es una caricia tan suave con candor
haciendo el día como si fueran diez.
Es su amparo este manto de ternura
devenido naturaleza por obra divina;
si lo ignoras, búscalo sin armadura,
su corazón volcánico te será de guía.