Alberto Escobar

A Pessoa

 

 

Al Pessoa que hay en mí...
Te reclamo ahora, alma pessoana.
Espáciate en mi seno para darme lumbre.
Me sumerjo en tu cristiana pasión.
Ya de niño apuntabas diferente.
Eras el extraño en el colegio.
El solitario.

El arte se pone de parte del desvalido.
El que está solo habla con Dios.
Tu verdad poliédrica se refleja luminosa.
Tus heterónimos, tus distintos tús son
espejo de mil espejos que se multiplican.

Yo fui un niño descarriado, sin cimientos
-dijo el poeta- y mi soledad se antojó mi
buhardilla de confidencias, de desvelos y
letras. Mi patria.

El amor me fue esquivo, Ofelia Queiroz se
me escurre entre los dedos como el rocío
de la mañana.
Ya casada me reconoce como el amor de su
vida, quizás no supe expresarme...

Mi oscuridad, mi timidez, mi lastre de infancia
difícil, con afectos huidizos a mis manos...
Mis lenguas, el portugués y el inglés, fueron
argamasa de complejidad, mi diamante literario
que se expresa en múltiples pronombres y vidas.
Mi proyección hacia dentro creó una gruta con
pasadizos sin fin, que se vislumbran entre
mis renglones y rasgos.

Entre Mensajes y Desasosiego discurre mi
ramaje de intrincado vericueto.
Recojo el relevo de mi amado Camoes como
adalid de la grandeza
de mi amada Portugal, otrora pionera y navegante.

La crisis existencial que me hilvana me lleva a una
muerte de mártir legendario.

La depresión me conduce en volandas a la cirrosis.

Me seduce la peor de las mujeres: La bebida.