Me quedé con tu olor
dormido entre las manos,
y se despierta cada día
a la hora de siempre.
Entonces tu imagen
se va inventando
de pequeños átomos risueños,
cosidos todos
a un relámpago de aromas.
Te aproximas
como una selva
que desea saborear la lluvia,
y a mis ojos llegan
las curvas detalladas
de tu nombre,
anticipándose a tu rostro,
a tu cintura,
a la mordida de tus besos.
Y otra vez estás,
de nuevo estamos,
repetidos, limpios;
dentro del color de la tarde,
despeinados,
felices,
inmensos.