Julio A. Rocha

LA LATA DE SARDINAS

Todos apretados, con los ojos llenos de resignación. Salía uno entraban cuatro, menos espacio, ni respirar bien se podia, parecia un horno.
Muchos ingredientes siendo cocinados al mismo tiempo por el calor que hacia ahi dentro, cada uno soltaba un olor diferente a veces era repulsivo otras no tanto, pero si eras una sardina más en esa lata ya estabas acostumbrado.

Las horas pico eran las peores, miles de sardinas entrando por voluntad en las grandes latas algunas vuelven del trabajó otras salen del colegio, sólo quieren llegar a casa para comer algo, y tal vez solo tal vez descansar un momento.

A mi me gustaba caminar, mirar la ciudad. Camino a la facultad siempre habia algo nuevo que ver, asi que subia poco a los colectivos.

Algunos tenian más suerte, y tenian sus propias latas en las que iban a sus trabajos, pero no cambiaba mucho, todos seguían la corriente, engañados por esa carnada que tira el tiempo al rio, esa carnada tan dulce que se llama \"vida\" oculta un anzuelo fatal y a pesar de que todos lo vemos, ninguno puede evitar ir a hacia el.

Maldita muerte, siempre se sale con la suya.