Sorpresivamente encontré una mujer en el espejo,
vi sus reflejos, tristemente lloraba.
Frágil, sola,
me estremecí al ver sus ojos.
Por un momento creí reconocerlos.
Le pregunté por su penar,
no contestó.
Hablé entonces de príncipes y rosas,
valientes guerreros,
quijotes y poetas,
pero su mirada siguió inquieta.
De pronto entre sollozos habló:
Los príncipes sueños son,
las rosas mueren al ser cortadas,
los guerreros olvidan el porqué de sus luchas,
como quijotes y poetas traicionan a sus musas.
Su dolor no podía ser otro...amor en abandono.
Quise consolarla con sueños y aromas de té.
Y ahí desperté.
Ella señaló mi pecho,
me había despojado de todo,
mi corazón no estaba.
Un espacio vacío encontré allí,
y entendí por qué lloraba...
lo hacía por mí.