Ardían con arte y rabia, chispeantes los maderos,
sobre la lumbre de troncos, bajo aquel ojo del cielo.
La chimenea a la estancia, acogía con su calor,
el meciendo sus recuerdos, en aquel viejo sillón.
Los surcos de sus mejillas se humedecían con la sal,
que brotaban de sus ojos, al volver la vista atrás.
Con sus torpes movimientos y sus temblorosas manos,
rellenaba aquella pipa, la colocaba en sus labios.
Recomponía su sombrero y cogiendo su bastón,
se asomaba a la ventana, para ver salir el sol.
Y se respiraba el vaho de su aliento en el cristal,
agradeciendo a la vida, aquella oportunidad.
Un día mas en la vida, entre libros y recuerdos,
quizás alguna visita, de algún amigo o nieto.
Y es que este tango es difícil, pero hay que bailarlo igual,
mucho mejor en tu nido, junto al calor del hogar.
Dolores Egea( Lolaila)