Noches como aquellas, lejanas y lluviosas, donde la canción de fondo éramos nosotros hablando entre susurros. Noches inalcanzables, en las que yo dibujaba y tú pintabas.
En las que yo ponía los besos
y tú los silencios;
yo las palabras, tú el sentido;
yo la calma, tú el desastre.
Hoy son noches sin ti y el recuerdo
es un tatuaje grabado a fuego, una cicatriz
que pese a ser vieja todavía duele.
He echado de menos tus silencios y mi culpa. Mis poemas también te extrañan, porque aunque es cierto que las palabras eran mías, la poesía siempre fue tuya.
Y yo te discutía los errores, mientras tú alzabas el volúmen de la música. Te miraba y sonreías, como si no supieras cuánto duele una boca que no te besa. No sé si fui muy ingenuo o si tú muy sutil. Ni siquiera estoy seguro de haberte querido tanto como decía. El vacío que tengo, sin embargo, evidencia una guerra entre mi orgullo y mi sentimentalismo. Ambos sabemos que quien ganó fuiste tú. Y que te has llevado las llaves contigo.