De izquierda a derecha, Víctor María Cortezo, Blanca Pelegrín,
Luis Cernuda, María del Carmen García Lasgoity, Manuel Altolaguirre
y María del Carmen Antón en los días del estreno de Mariana Pineda
de Federico García Lorca, verano de 1937
(Luis Cernuda, el tercero por la izquierda,
y Manuel Altolaguirre, el segundo por la
derecha).
Muriendo de tanto vivir
Viviendo de tanto morir
Exprimir cada instante
Cada latido
Como si fuera el último
Bucear hasta los hondones
del alma
Recrearse en el color de los
corales
Saborear el agua salada
Agua quemada al sol
se hace hielo sobre la piel
Alzar hacia la lluvia el vino
y la hostia sin consagrar
Beber vino bautizado
Bautizar la nueva sangre
que mira sin vergüenza al
rostro
del miedo
Solo levantar la bandera blanca
cuando toda la linfa se mezcle
con la arena de la derrota
Todos somos polvo de estrellas
El color de cada una lo dicta
la distancia
El color solo existe en el cristal
de quien mira.
No es intrínseco a la piel
La piel solo retiene el agua de que
estamos hechos
Nuestras vísceras nadan en un mar
de dudas.
Siempre vivir hacia la sonrisa
Romper el alba de la mañana.