Si no fuera por el silencio diluvial de los sótanos,
el arrastrarse de las olas en la memoria de los túneles,
como yo en la circunvalación de la noche, sin espuelas,
sin caballo, sin cascos, sin relincho,
ni siquiera el fantasma de un galope en el llano;
si no fuera por los ocultos manejos de las lunas
que levantan fragores, convexidades agónicas
donde se fragmentan vetas
con entrañas de peces
de fósil resonancia;
si no fuera por los gritos que miden la noche,
su terrible estructura de huesos y cartílagos,
el espesor de su naufragio de pleamar,
no sería el hermosísimo rostro del ahogado,
no sería el misterio digital de su abrazo,
su abismarse el el agua sin reflejo,
la pura imagen que alcanzó su forma,
la opulencia del fondo del espejo.