En las tinieblas nos encontramos,
robando mutuamente el aliento,
para botarlo,
a propósito,
sin hacer caso de su caída
en el polvo de la indiferencia
Dímos cuenta
que el tiempo había llegado
para dejar caer el telón,
poniendo un fin a nuestro miserable actuación,
aplausos no resonarían más
dentro de nuestro teatro del silencio
La línea de matíces diáfanos,
entre el amor y el odio,
se volvíó demasiado fino para diferenciar,
mientras detrás de velos de egoísmo
buscamos a ciegas
disculpas por nuestro orgullo