Entre brechas y veredas mustias
resuena el terso canto infantil,
que se torna agudo y con angustias
por la amarga marcha a lo senil.
Deshojándose el encino viejo
trae consigo muerte a su sombra
y a su infancia que es recuerdo añejo
del fatal destino que se cobra.
Ya marchito el fulgor matinal
en el umbral del sueño invernal,
aquello que fue, nunca será.
Y así se esfuma el futuro lejano,
del alma extranjera que en pena vuela
al mundo extraño al que el sueño es cercano.