la flaca

ENCUENTROS SEXUALES 52!!!

XXII

Su arte eran las palabras, un arte un poco vulgar si no fuera por el bellísimo cuadro de su orgasmo, tenía la capacidad de hablar hasta que ella explotara y sentía que era el mejor en eso y lo era, hasta el momento en que se le ocurrió intentarlo con otra y esa otra le tapó la boca intempestivamente pidiéndole que se callara, entonces, descubrió que no era su arte el hablar sino el de ella escuchar… que en todo caso él no era el artista, sino ella quien lo dejaba crear, era ella la que jugaba a encontrar el arte en la vulgaridad.

 

XXIII

Con los años acortó el tiempo para el sexo, hasta llevarlo a un acto egoísta de satisfacción personal, que duraba el tiempo que le tomase eyacular; ella entonces redujo el tiempo que le dedicaba a aquella relación, hasta que se volvió un acto egoísta que mantenía para alguna que otra necesidad, para cuando se sintió usado, ella ya no lo ocupaba y él ya no eyaculaba… así es como pierden el tiempo los miedosos.

 

XXIV

Después de esa conversación terminó pensándola, por lo que decidió nunca más volver a encontrarse, bastaban dos conversaciones más para desearla, ella tácitamente lo entendió y acepto la despedida, lo redujo a dos vías: aceptar un adiós o sexo de un desconocido a fin de cuentas, con los años se pregunta si la segunda hubiese sido la mejor.

 

XXV

Lo tomó por sorpresa, nunca imaginó que ella se atrevería ¡pero se atrevió!, se acercó y lo besó enérgicamente, casi le rompía la boca, él la sintió demasiado violenta, demasiado violenta para su gusto, sin embargo, hoy piensa que aquel encuentro fue menos violento que el golpe de su ausencia una vez que terminó y se largó para siempre, ¡pero hasta hoy se da cuenta! con los años encima todo cambia de perspectiva.

 

XXVI

La pornografía nunca fue uno de sus vicios, tenía la vivacidad de una imaginación sin límites que sentía drásticamente interrumpida con tanta repetición de culos, sin embargo nunca se negó a ella, la podía aceptar como el preámbulo, lo que no aceptaba era sustituir su propio guión por la escena cacofónica de otros sin nombre, tuvo suerte de que él supiera el momento justo para el rock, suerte porque no le gustan los orgasmos de televisión.