EL AMIGO ZORRO
Despierta el zorro
en cuanto el Sol ilumina.
Se despereza con las patas estiradas,
con el lomo arqueado
y con el rabo erguido.
Desayuna un huevo de gallina
y ya está listo
para emprender el día
con alguna inevitable picardía.
Se levanta lucido y alerta
con ojos bien abiertos
y la mirada atenta,
con las orejas inclinadas
y la marcha decidida.
Si se lo espera con la claridad
es muy posible que por ligero
se aparezca en la oscuridad.
Y esperándolo de noche
estará viniendo en el día
haciendo de agudeza derroche.
Es un maestro consumado
en el arte de aparentar
y como hábil histrión
hace errar al más capaz.
Sabe hacerse el muerto
cuando bien le viene,
burlando a quien fuere,
pero en la mínima ocasión
se levanta y se va despacito el bribón,
sabiendo lo que más le conviene.
Se ve como buen padre preocupado
cuando las pulgas mortifican a las crías.
Se lleva a los cachorros con mucha picardía,
para enseñarles con viejas zorrerías,
a mitigar las voraces picaduras.
Se sumerge en el agua
y dejando la cola afuera,
no queda en la pelambre molestia alguna
porque las pulgas
se agrupan en el rabo seco.
Y estando tan amontonadas en la cola,
al agua van cayendo
y terminan en la barriga
de los peces de la laguna.
Cuando lo persigue caprichoso
algún galgo ansioso
voltea la cola de un lado para el otro
y el perseguidor goloso
sale rara vez ganancioso,
porque saltando de lado a lado
tras la cola del zorro astuto
hace doble camino el perro
y se va retrasando a cada paso
cada vez con menos aliento.
Y aprovechando esa oportunidad
el zorro perseguido
encuentra guarida o escondite
con ventaja y en tiempo debido.
De chiquitos van día por día
y noche tras noche
los zorritos en fila
detrás del papá zorro.
Pero maduros se vuelven
y siendo zorros,
como zorros proceden.
Aunque el taimado no es santo,
es puro cuento la fama
y su reputación no es para tanto.
Por atrevido y goloso,
no se lo crea avieso,
solo es un poco travieso.
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