Olor de humanidad y polvo muerto,
rezan viudas un diente afilado:
hambre y amor, sepulcro blanqueado
al borde de una rosa en el desierto.
Más allá un niño llora un nacimiento
de espaldas y su muerte de hondo pecho,
guadaña de ilusión que está al acecho
curvando en su crespón un vil lamento.
Más acá estoy con mi tristeza enorme
e inmarcesible; más acá soy hombre,
más allá soy un dios, y que simbólico
perdió su mundo ahora ya deforme
en un fragor inmóvil y sin nombre.
Y el mundo gira cual molido eólico.
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David John Morales Arriola