Hombres de ingentes fortunas,
de origen incierto,
casi siempre ilícito,
(el ojo de la aguja);
consideran pobres diablos
a los que no son de su misma condición y nivel económico,
a quienes no han tenido la suerte,
u osadía, o sinvergüencería, o falta de escrúpulos, o todo,
de ellos,
(el ojo de la aguja),
y pensando en uno en concreto,
gozado del reconocimientos y afectos,
cuando caído en desgracia,
tras ser imputados por la justicia,
descubiertos sus trapicheos,
de expoliar sociedades y entidades de crédito,
abandonado por quienes fueran sus amigos en los tiempos de abundancia,
acaba sus días con un tiro en la sien o en el pecho, dado por él mismo,
queda demostrado que…. el pobre diablo era él.
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