El joven pintor no descansa,
el joven escritor no vive,
el joven pintor
se levanta muy de mañana
para pintar aquél cuadro
que deberá vender mal
para comer y pagar su pieza,
el joven escritor viene del trabajo
y pasa a visitar a su amigo
con un poco de pan.
Beben café, conversan, escuchan a Mozart.
La mano del pintor sobre el lienzo
y los ojos del escritor observan,
buscan,
buscan el próximo verso,
y el verso tras aquellos trazos
fuertes de su amigo.
Ninguno de los dos dicen palabra,
el escritor piensa
en lo buenas que están
las amigas de aquel pintor,
en el alquiler del mes,
en su trabajo.
El pintor quien sabe en que piensa.
El pintor piensa a pinceladas,
dice sus verdades
cual relámpagos coloridos
sobre telas.
El escritor se guarda una duda:
que se sentirá ser pintor.
Piensa en esas chicas posando
para que él escriba un poema.
Se lo comenta a su amigo
y sus risas despiertan al barrio.