En la alfombra del valle que verdea
el jirón de una nube allí refresca,
esperando allá está cuando aparezca
el fundido cristal que serpentea.
Ilumina la aurora aquella aldea,
con el alma sedienta de agua fresca
un momento después de que amanezca
una garza, en el agua se recrea.
Mientras abre la aurora su ventana
al tras luz del cristal límpido y puro
que de luz se revienta en la mañana,
de ese acuifero fresco yo me apuro
a beber justo al pie de la montaña
y a sentir en mi entraña su conjuro.