Así pues, por ninguna otra razón,
sino por un descuido, por un gesto involuntario
que cambió de lugar algún objeto
como el jarrón de cristal tallado que descompone el rayo de sol
cruzando la habitación en penumbra
y le da un matiz especial al aire estancado, así que
puede demorarse, un momento,
la que ya no está más
y mover sus manos con la misma
intensidad de entonces y decir
las mismas intensas palabras.
Justo así, por un imprevisto efecto de luz,
porque el jarrón ha sido
casualmente colocado en el borde de la mesa,
en la dura esquina, a plomo sobre el piso
con losanges de cerámica antigua, azules
y amarillas, en las que puede avanzar
un pie blanco, ligero, cuyo transcurrir
a través del rayo es nada más que un reflejo.