Rafael Parra Barrios

El Sol y la Luna siguen en Júpiter.

 

 

 

Y cuando el Sol y la luna se besaron

fueron muchos los cometarios…

Un amor encendido por el verano,

donde las estrellas iluminaron el hado,

y pintaron nubes en un cielo azulado,

con planetas, satélites y astros,

que giraban en un mundo anonadado,

que clamaba luz, como en un comienzo,

pues la Luna y el Sol no habían regresado,

seguían en su Júpiter adorado;

y los luceros alumbraban débil los llanos,

montañas, ríos, mares, urbes y pueblos.

La tierra celosa por el amor solar,

y su íntima relación satelital.

Sus días y noches podrían colapsar, 

una guerra galáctica pudiera explotar.

Por eso los llama, y los quiere casar,

en nuestro planeta, a la orilla del mar,

evitar la crisis y la oscuridad total.

Que sus ciclos volvieran a andar,

y sus estaciones a funcionar.