en el azul de su mirada
subyace el corazón de nuestra amada Gaia
bombea peces, mantarrayas
en palpitaciones de sal se aglomera.
Una pequeña taquicardia
¿será de amor o es la ribera
que arrastra a su paso insensibilidad?
quizá sea sutil gresca,
nada pasó —dice— regulando sus latidos
soslaya el ligero incidente
y continúa a su vera
no sintiendo dolor en su inconmensurable sino.
Mas se hacen repetidas
las fallas de bombeo
ya no es más la ribera
ahora verdugos con vela son encendido hierro.
Y laceran con venenos noche,
noche de oro negro,
a temeroso ventrículo izquierdo
que tose y tose
creyendo haberse recuperado...
¡Adios!
a inocente centro motor
una arritmia ha enfriado.