Tratarte quiero, padre, como hermano;
llamarte, por oficio, compañero,
mostrar mi gratitud, sentir sincero,
al trato recibido por tu mano.
Sentirte aquí a mi lado, muy cercano,
-artífice del rayo y del acero-,
tu traje enarbolado de guerrero
quisiera, con tu llanto de hortelano.
Traerte de regreso al pastoreo
y verte apacentar a mi alma inquieta,
moviendo un viento suave tu esqueleto.
La luna, en un lejano parpadeo,
observa tu enseñanza de poeta:
el fúlgido destello de un soneto.
Deogracias González