A MI PATRIA
Te ciernes entre el tinte del sol
en el cielo,
del mar infestado
de anhelo,
y el color sangre, por tus venas
siempre abiertas:
altiva y risueña
con la algarabía al viento
como la niñez inquieta
que juega en silencio;
de sudor por tus días
sí llega el tiempo de dolor,
al fragor inexpresivos de horizontes
sin calor de la multitud;
así, el viento te dice,
con su suave aliento:
deja, ¡ya!, de llorar
amada y altiva mía,
que el tiempo se va de las manos
en risas que no terminen
al germinar de tus campos;
más si tu voz no dice nada
y la espada no hiere los brazos,
cayéndonos a pedazos
por la miseria
pudriéndonos de olvido
e inclemencias;
entonces taladran en tus huesos
sabores de balas que hacen galas
de tantas malas ganas ralas;
y llorar eternamente
y callar injusticias y perder entre tiempos
y así sin más, no ser lo que fuimos;
de gentes, ríos, murmullos,
diversificados, barullos, bosques;
es esquivo el ruego
en el tiempo del dolor…
quebrante, entonces, con su sórdido
estallido y despedace la mundanidad
de tu suelo,
que el gemir se eleve al cielo
desglosando etéreas oraciones
en cada nuevo resurgir.