No hay razones para curvar los versos
debo tomarlos porque no ceden,
le ajustan al desmedido,
al poeta verdadero.
Arrogarse la primera estocada
contra el papel vacio.
Decir:
La arena espesa como el cielo
y el mar difunto de tanto azul arado.
O decir:
El amor es un huracán contra las costas del alma
y después de azotar los cuerpos
vuelve indiferente la calma.
Esta brasa que se me extingue
sin haber sido hoguera,
estos besos que se han secado
colgados contra el hastío,
en los broches de sus manos
en los labios divididos.