Hay en toda rosa un misterio escondido
que presupone la enseñanza de mi vida:
consuelo da el delicado pétalo enrojecido
pero abierto está el espino a la herida.
Por eso mismo me pregunto y dudo
si acaso valdrá la pena acariciarla.
“¡Sí que lo vale!” -dice el corazón desnudo
que sin armadura vuelve a desearla-.
“Nunca vuelvas” -dice la austera razón-
“No hagas caso al ciego y falso corazón”
Yo los escucho a los cautivo,
porque sé (y acaso el amor no ayuda
a separar de la fría realidad mi duda)
que volveré a contemplarla pensativo.