Alexandra L

Los Amantes

 

El lago es un fino espejo, 
donde la luna contempla su rostro nunca mostrado
y su palidez  extrema
infatigable, en las noches, recorre montes, veredas,
baja desde las montañas y se recuesta en la arena.

Sabe de penas de amores, es confidente discreta,
que con sus rayos de plata torna lágrimas en perlas,
dulce luna solitaria; aun con su corte de estrellas,
sueña su amante dorado que al amanecer la espera.

Y se acicala coqueta,
con mariposas del río borda de blanco su bata
azahares en sus cabellos perfuman la madrugada;
luce un collar de pequeñas esmeraldas,
obsequio de las luciérnagas que vagan por la sabana,
un velo de pura espuma tejido sobre la playa
cubriendo su cabellera, que sobre el mar se desata,
la luna viste de novia, ansía el alba emocionada.

Ya viene su eterno amante, guerrero de mil batallas,
sobre corceles de fuego, y con su capa dorada
cabalga desde lo eterno,
más allá de las murallas que delimitan el tiempo,
el tiempo de su llegada,
y ve esfumarse en la niebla la sonrisa de su amada,
esa que nunca tendrá, pues los separa la magia.

Queda el tiempo suspendido, al roce de sus miradas,
el deslumbrado y ardiente, ella tiembla enamorada,
y una tormenta de amor estalla sobre las aguas,
se mezcla polvo de estrellas con intensas llamaradas,
es ese el único instante, y se entregan toda el alma,
la pasión que se desangra al despertar la alborada
con lluvia de mil colores, hasta nacer la mañana.