Llegas a ser el mortal que no indaga ni cuestiona mis heridas,
no eres el hereje de mi pasado,
mucho menos el centinela que censura mi pasos,
los que incontables veces fueron tan humillados.
Posas tus manos en mis mejillas,
besas mi frente como a una chiquilla,
le das el matiz al titileo de mi mirada,
abordando con sutil devoción todos los rincones de mi existencia.
Preguntaste en muchos cuerpos donde el mío divagaba,
con esperanza casi utópica que algún día por fin me encontraras.
Aprendiste a bailar al compás de otros sonetos,
pero no acertabas allí gracia,
mas bien padecimiento.
Mi mundo otros hemisferios contemplaron,
tu tierra otras llanuras alteraron,
y como gracia de Dios a nuestros ruegos,
en un único compas nos unio una tarde de invierno,
esas, que se van sumando a la pasión que nos tenemos.
Eres el hombre afable,
juguetón y algo bohemio
qué cala día a día en mis adentros,
me jacto con voces de inquietante satisfacción que eres el varón que declina,
empotra y perpetúa mi habitad de vida.
No sondeamos ni por una brevedad de tiempo,
alardear o dar melodía a pasado ni presente porque ya nos poseemos.
Llegas a ser el hombre con quien encaja a la perfección mi carne,
en tu hombría he de dormir,
en tu hombría he de perecer,
en tu hombría me pregono
dueña y capitana de todo tu ser
LoreCruz
©Derechos Reservados de Autor
2017