Todo valiente escuda un cobarde, tan silencioso como el temor marginal y tan voraz como quien corona de risa a la noche. Espero recordarla como era antes de que fuese lo que nunca llego a ser. Le di un hasta siempre que nunca advertí y que hace un tanto perdí en los sueños.
Uno siempre pierde, pierde hasta por soñar en ganar, atragantado de intentos y simulando que no está doliendo, mientras espera un golpe más severo de la vida. Yo recuerdo una doncella de cristal, tenía el cabello como nido de alegría, como si se enmarañara allí un secreto de Dios perdido en un destello de sol. Tenía unos pies hermosos, como si se desnudaran todas las noches para la lluvia, tenía pisadas de fuego que hasta el día perseguía.
Nunca desvelé tanto el sueño por una persona, ni desgasté tanto silencio, tampoco dejaba una flor rubrica en cada parte de su cabello, ni el iris se saturó tanto. Los labios hacían una reverencia y las palabras se ahogaban en tropel, nunca agonizaron las lágrimas, ni se fundía en mi piel su aliento. Su voz era un desierto. Se consumía en sus ojos el firmamento, de un cielo invicto de tristezas (por el simple hecho de verla a diario) y consiente de certezas. El tiempo se disponía a rozarla y las flores a paralizarse, la luz a marchitarse y su risa a levantarse, a despertar la luna que me miraba con lastima con un semblante de ternura.
Hasta la luna se dio la vuelta, para ver como la perdía, un blanco exacto adornaba su piel y disponía del hoy para fugarme en el ayer. No sé de dónde la trajo el viento, pero se donde quedará su voz distante, y donde estará la gota de tristeza que me pende de la mejilla y abandona mis labios prendidos de preguntas.
Ella se fue y no me despedí ni de su ausencia, no di las buenas noches a su risa, ni arrullé su voz en mi silencio.
Hoy no sé de donde soy, pero no me doy por muerto pues veré su dulce cuerpo a la orilla de la noche, recordaré el lunar de su cuello cuando vea las hojas tachadas en poesía. Una vez fui suyo sin saberlo, ahora soy de Dios y el consuela en mis lamentos, aunque avance el mundo y te sienta, lejos, pero nunca muerto.