Me vestiré de luz y de alborada,
y vestiré de cielo aquel lucero;
de viento, luna y brisa placentero,
de noche y plenilunio enamorada.
Me vestiré de mar, y de ensenada,
y vestiré de sal aquel estero;
de playa, contemplando el aguacero,
palmera por la brisa acariciada.
Me vestiré de duna y fina arena,
del agua que alimenta la marea,
de remo, de velero y de vigía.
Y en noche silenciosa, al fin serena,
alud en que el recuerdo se recrea,
vestiré de horizonte, la armonía.
Deogracias González