Franz Rainer

No hay cruz en la casa de los vivos

 

Fui y no te encontré, busqué tu nombre entre el pasto, tan sencillo es que no lo vi.

Te llame por tu nombre y no me escuchaste, el silencio de aquel lugar el eco de mi voz escuchaba en cada querubín sin cabeza.

Recorrí aquel lugar de principio a fin, con la esperanza de encontrarte, no te puedo abrazar, eso me entristece, porque te escondiste en un rincón del otro lado, me han hablado de ti y ambos ya nos habremos dado cuenta que la vida nos alejó.  Dime que lo sientes y que lloras.

Descubrí que andabas entre la 20 avenida y 21 avenida, es suficiente esta vez marcar mi presencia en donde el silencio habla por sí solo,  dime a dónde vas, sabes cuál es tu destino. Dime que lo sientes y que lloras porque la vida nos separó.  El tiempo ya paso, lo habré superado.

Cerca de ti el camino de los vivos,  no como tú,  que por ende vas y vienes, ya riendo o llorando, ¡despedazando con su carcajeo o sus sollozos el silencio inmortal de tu huerto! Eres libre como el quetzal, vuelas solo en las alturas, no todos tenemos el privilegio de oírlo cantar, pero yo contigo algo similar pasa, mi corazón lo escucha en cada madrugada.

 

No hay cruz en la casa de los vivos, acaso es solo para los que gustan de la eternidad, solo quiero verte a los ojos, y que me digas porque estas fuera de mí, pero a la vez estas íntimamente, me muestras el camino, lo siento, no entiendo.

Prometo llevar flores a tu hogar, para que ella vuelva a sonreír, porque la alegría y paz de su espíritu han fallecido junto a ti. Solo dime porque estas fuera de mí, pero a la vez estas adentro, háblame que no razono, ya vi la cruz y distinguí que ¡sólo una cruz distingue tu destino  en la desierta soledad del laberinto!