Estoy sentada a la punta del olvido con mi cuerpo envuelto de recuerdos de fracasos y amores mal vividos, mi única amiga mi botella vodka que me acompaña a través del delirio de mi destino, y entre suspiros exclamo que ya no puedo, me cansé de creer en ti y de esperar el besos del amor y ensueño en fin, es el motivo.
Una sombra eterna me acompaña en mi cama donde antes solías recostarte a mi lado, moribundo recuerdo que en penuria preserva la melancolía de tu lujuria. Maldita ilusión perpetua de ti, veneno exquisito de mi amargura.
En el desvelo de las noches que percibo tus suspiros, cuando enloquezco de este engaño de promesas y entonces te miro, te veo en cada luz en cada sombra cual cadáver de triunfo tuyo maldito, y la paradoja de una vida tortuosa al pensarte cada noche con mi copa, bebo un trago amargo de final de un maldito cuento que viví junto con un príncipe de engaño y pasiones de mí.
El silencio de la medianoche es ensordecedor, una elegía a la locura obsesiva de lo que alguna vez fui y de lo que alguna vez pudo ser. Mi corazón ya no desea latir más, cada palpitar es agonía incesante. Grito, lloro, y me lamento, desconsolada por la ausencia de mi cordura. Y mi burbuja se revienta, el paraíso se desvanece, me lanzo desesperada de acabar con el suplicio ahogándome en el vacío. Cierro los ojos lentamente intentando recordar, por una última vez, lo que se sentía tenerte a ti aquí cerca de mí.
Mi final se aproximó desde un principio desde el primer beso ya sabíamos que estoy culminaría de la manera más elegante después de haberme despojada de mi gloria gallarda de trueno frío y enloquecedor, te entrego mi alma y te mando un beso desde esta vida, te extraño y añoraré tu llegada en la otra. Sello esto con la tinta de nuestros recuerdos, aquella tinta que nos une en un solo cuerpo