Santiago Miranda

Pisamos suelo santo

Donde al final todos caemos
muertos, quizás la luz apague
el último y selle el velo azulado
No pisamos si no el sitio
de un cementerio violentado

Sin calma, sin calma las flores crecen
-esto es cierto- la mayor parte del año
nos visitamos para festividades; risas repican
y tragos, compartimos entra la música que soñamos
hasta que de golpe somos extintos

Y volvemos a un abajo sin saberlo
silencio imperceptible casi
sin notarlo, somos hoja y carne
de insectos y por noches sin estrellas
cobijados, luego somos olvidados

Alguno de nosotros dice que ha vuelto
se sabe muerto, se siente muerto
que por morir se muere pronto
y cargados en carruajes son llevados lejos
lejos de los seres que destellan ignorando

Aquel fin que al fin ronda inapelable
al acabar los instantes que suceden
interminables, impostergables, urgentes
el flujo del tiempo como un pecho despegado
de los labios queda un reguero de amores

Por eso prosigue en esta lápida con cuidado
todos los que veas hoy ya estarán mañana
muertos, como las palabras de los que dejaron
a la luz salir manando de su ojos, a la belleza
que pisaron sin cuidado, este manto de flores
en el que fuimos acostados y quizás dormiremos
fuera de este sueño con nocturnas ciudades y cielos estrellados