mariano7777

GATO NEGRO

BOBO                 

La violencia de mis actos esta en relación directamente proporcional a los periodos de mi dipsomanía de excesivo consumo y a la mayor o menor virulencia de mi paranoia. Pero la mujer que caminaba confiadamente conmigo hacia su casa, no lo sabía. y desconocía mi terrible fobia a los gatos negros, que transformaba desagradablemente mi personalidad, llegado el caso.
Por el momento estaba pasando por una época de abstinencia prolongada en mi relación con el alcohol.
Pero cuando llegamos al lugar donde ella vivía, supe, que lamentablemente la mujer tenía una mascota que se llamaba Bobo y era un gato negro que constantemente estaba en su falda, según me enteré al rato, y que me miraba con repulsión, cuando ella lo acariciaba con ternura y le hablaba. En el momento odié profundamente al animal que seguramente traía la maldición de los aquelarres de las brujas y que actuaría con las más siniestras actitudes felinas.
Pero de todas maneras me quedé con mi flamante novia, que en pocas horas ya era una compinche muy agradable.
El espantoso gato, llegada la hora del amor, me contemplaba desde los pies de la cama con su horrible mirada fija.
Soy un dipsómano con experiencia, que sabe que tarde o temprano llega el periodo compulsivo de excesivo consumo; y eso era precisamente lo que estaba comenzando a suceder en esos momentos con el consiguiente incremento de la morbosidad de mis fantasías y el suave despertar de mi vieja paranoia.
El bueno del cadetero hizo lo suyo alcanzándome una botella del bar de la esquina, y la obsequiosa dama hizo lo propio ofreciéndome una copa, que trajo de su cristalero.
Supongo por mi parte que hice lo mío, ya que al rato estaba borracho como una cuba, totalmente aplastado y aturdido por efecto del vodka.
De mi mente enferma surgían, vaya saber de qué oscuros pliegues de la exacerbación de mi pensamiento tortuoso, horribles maullidos y aullidos de gatos que a cada momento se tornaban más mortificantes y reales.
Entretanto que el maléfico Bobo, ponía mis nervios muy tensos con su actitud de esfinge y con sus insoportables ojos que no se apartaban de mí. Ésos nervios se estiraban como tientos de goma cuando su silueta escurridiza se deslizaba lustrosa y silenciosa por la pieza.
Mi paranoia comenzaba a presionar y yo estaba convencido de que el gato aumentaba el tono desafiante de su mirada.

Ahí fue el momento donde se manifestó mi psicosis maniaco exhibicionista y comencé a desnudarme en forma compulsiva para la mirada de la dama confundida…Sentía como algo horrible y alienado mis propios gritos…Vomitaba y temblaba…La violenta erección provocaba un dolor agudo y con los mocasines puestos, y los ojos abiertos sin pestañar, hipaba y eructaba,  mientras arrojaba al piso las ultimas prendas que me cubrían. Me quite el calzado y las medias se empapaban de la fetidez del líquido lanzado…
Entonces con una voz impersonal y cavernosa mandé a la mujer a buscar agua a la cocina...
Cuando ella regresó, supo enseguida que mis manos habían degollado a su gato negro. Un coctel de diablos enloquecía la poca cordura que me quedaba…
La más violenta elurofobia(1), junto con mi dipsomanía, habían desatado mi furia asesina para separar, con placer, los ojos y las orejas del animal, del tronco de su cuerpo.
La mujer estaba erguida, paralizada de terror y me contemplaba con sus ojos desmesuradamente abiertos...mientras que con abundancia corría por sus piernas vacilantes el orín derramado de su vejiga en plena liberación.

Y yo estaba totalmente embriagado, desnudo, descalzo sobre el vómito del piso, y alienado... mientras con una mano sostenía la cabeza del gato, con la otra agarraba su cuerpo por el cuero del espinazo.
Ella observaba desecha y estupefacta, como la sangre bañaba con tibieza la piel de mis dedos...Una carcajada sonaba salvajemente...Jamás me he sentido mejor.
(1) Elurofobia: fobia a los gatos.

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