Ofreces tus regiones sin defensa,
te expones arriesgando tus fronteras,
te entregas voluntaria sin barreras,
tu hermoso territorio es recompensa.
Te gusta someterte y entregarte,
guerrera, soberana y prisionera,
sabiendo que el castigo que te espera,
doblega tu ansiedad de liberarte.
Te gustan las caricias en la espalda,
mis besos que estremecen tu cadera,
mis manos que resbalan por doquiera,
mis dedos que se cuelan en tu falda.
Me pides que te bese con demencia,
que saque tu vestido sin cuidado,
tu puerta no precisa de un candado,
mis ganas no conocen de clemencia.
Tus ojos me suplican y tu boca
me ruega a cada instante entre murmullos,
te jure que por siempre serán tuyos,
los labios que al besar te vuelven loca.
No quieres que te suelte y al contrario,
te aferras a mi cuerpo delirante,
y en tanto, tu cadera en oscilante
vaivén, me vuelve esclavo voluntario.
Tus labios van rondando mi cintura,
mis labios peregrinan por tu pecho,
tus manos aprisionan en el lecho,
las sábanas que marcan tu figura.
Te pierdes un instante en las estrellas
y yo me pierdo eterno entre tu vientre,
no importa que la luna nos encuentre
cubiertos de sudores y de huellas.
Los ratos de descanso, son muy pocos,
mi cuerpo se calienta entre tus brazos,
mis dedos te dibujan nuevos trazos,
de aquellos que al llegar nos vuelven locos.
Te entregas al romance clandestino,
sabiendo que este mundo lo comenta,
más siempre ganará tu piel sedienta
de besos y caricias, sexo y vino.
Desnuda y muy despacio te levantas,
te arreglas nuevamente y te despides,
-“recuérdame en la noche”- es lo que pides,
segura estas mujer de que me encantas.
El mundo, ya sabrá de estas batallas,
pues toda esta locura ya es noticia,
dibujan al detal cada caricia,
murmuran al pasar, por donde vallas.
Mil lenguas viperinas encubiertas,
comentan que la reina se ha rendido,
y el reino es el tesoro de un bandido,
que deja las fronteras siempre abiertas.