La cascara de la noche, calló y ese mármol
de tu semblante se hizo pedazos.
Paseaba con el día de luz oscura y los
pétreos caminos rozaban tu cintura.
Yo fui excabador, tu mina bella jaspeada,
que aire de tierra muerta me emanabas.
Te arrulle en mi pecho, llorabas sin llorar,
como gritaba tu oído y me hablabas sin hablar.
Tu tierra pálida se lleno de barrancos rojos
que chisporrotearón lágrimas de veneno verde.
Que olor a tierra muerta, que ojos que caminan
borrosos y en aquello ,lo eterno, se pierden.
Estabas desierta, sucia de eternidad, delgada
de vida y tan provechosa de muerte.
Te tomó nuestra amante yerta entre sus ramas
blancas y te hizo lugar en su tórax de nieve.
Se que no te marchaste, porque aún te veo, veo el
enjambre en tu vientre de mariposas carroñeras.
Se que los sepulcros blanquean, se que en el
mármol amarillento esperas, esperas.