Hablar de ti,
es sofocar a mis demonios,
los invisibles,
los que obstruyen mi visión y me hacen tropezar en las calles.
Recuerdo el colgante que encontré cuando salia de clases,
una piedra gris, envuelta en cobre,
recuerdo el nacer de tus ojos,
recuerdo... antes que el recuerdo se recuerde y estalle
y me hunda y se lleve todas mis risas fingidas.
Querida amiga,
los días son los mismos,
hablo del amanecer,
hablo de atardecer,
hablo de nuestras mentiras,
hablo de nuestras fuertes verdades.
Danzas sobre pieles muertas,
tuyas,
meros destajos del lamento de tu presente,
el auditorio esta vació,
te contemplo desde la entrada,
vistiendo mis viejos jeans,
mi antigua chaqueta negra,
rascando mi barba
y has notado mi presencia...
y las mejillas se te llenan de lágrimas.
Haces bocetos,
apresurada,
antes que de que la luna se adueñe de tus calles,
vuelves de súbito,
te llevan los grillos,
entonas una canción en un lenguaje distinto,
te peinas y mandas todo a la mierda.
Nuestros cuerpos,
pesados y agotados,
muertos del sueño,
aun así,
haciendo la contienda,
de no dejar de conversar...
Esta amaneciendo,
trato de no dormir,
trato de no perderme ese pestañeo breve,
y tu voz es el hilo que se enreda,
desde mi nuca hasta mi lenta alma.
Son tiempos duros,
de deber y moral,
de corazón y correspondencia,
aun así,
escribo cartas con tu nombre en cada letra,
sabiendo yo bien,
como te eleva el espíritu,
mis conversaciones toscas,
mis incomprendidos sentimientos,
mis canciones nerviosas,
ese tic en mi pierna
Mi pasado es un tumba,
tengo un cementerio de promesas rotas,
que a nadie les quiero decir,
son mis muertos,
así como tus fantasmas.
Así en blanco y negro,
vos siempre, anhelando tiempos mas simples,
anhelando tranquilidad en la profundidad de ese cuarto.
Te escucho cantando en la oscuridad,
tiemblan las paredes,
los vecinos duermen tranquilos,
mientras preparo una cena improvisada,
para desplazarnos hacia nuestros valles,
nuestros arroyos,
esta vida nuestra que se propaga entre flamas y peligro,
entre excitación y humildad,
sostenernos donde nacen las nubes...
Querida amiga,
mas allá de la arena en tu cabeza,
yace un reloj,
ese que tenemos todos,
y la arena sigue y sigue,
puedes darle vuelta,
y veras como todo vuelve a empezar.
Vístete de negro,
acomoda mi camisa y enciende la radio
mientras yo contemplo los tejados de Paris
nuestras mejillas han formado una alianza