Esteban Mario Couceyro

Bitácora de la mosca

Lunes 19 de abril de 1937. 34º11´23,5” S – 18º26´13,5” E --

Hace ya dos días que partí de Simon´s Town, con destino a Tierra del Fuego, mi intención es continuar al Pacífico.

El primer día, de apacibles brisas, que me llevaron directamente al sur. Especulo que los vientos, tornarán al oeste, facilitando el curso que deseo.

Debo destacar, que hoy al amanecer, he encontrado una mosca zumbando en el ojo de buey, sobre la mesa.

En dos ocasiones, intenté aplastarla, evadiéndose con facilidad por mi torpeza, o su notoria habilidad.

Preparé un desayuno y ella no abandonó su intención de fuga, con períodos de incursión corsaria, en la mermelada.

Luego salí, tomé la ubicación para corregir el rumbo, drizando la vela mayor, pues se levantaba con fuerza el viento a barlovento.

Terminadas las tareas en el exterior, regreso a la cabina, para escuchar por la radio cómo el tráfico puede advertirme del peligro que conlleva esta guerra, ya he visto y algunas veces hasta fui abordado, tanto por alemanes, como por ingleses. Ambos vienen queriéndose cazar y el encuentro con un pequeño velero de bandera Argentina y su implícita neutralidad, es oportunidad de sonsacarme datos del otro.

 

El clima, comienza a complicarse con un cielo plomizo soplando del noreste, unos 12 nudos que hacen encrespar las olas. De empeorar las condiciones, saldré para arriar las velas y colocar un tormentín.

 

Siendo las 1.300 horas, he asegurado todo para pasar la tormenta, afortunadamente es una ruta desierta y permite dedicarse a descansar, si eso es posible, esto se mueve mucho.

La mosca, continúa revoloteando por momentos y en realidad, es la única compañía que dispongo, en este lugar y esta tormenta.

Ya no tiene tanta vitalidad como a la mañana, le daré un poco de energía, le pondré azúcar sobre la mesa, con eso podrá vivir unos días, posiblemente naufraguemos juntos.

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Martes 20 de abril de 1937- 34º 30´12,2” S – 18º 38´14,9” E - La tormenta continúa, debí atarme a la cucheta, para no caer por el movimiento extremo del velero.

Me levanté y ella estaba sobre el techo de la cabina, seguramente me observa. Cuando intentaba comer algo, la mosca se posó sobre la mesa, supongo reclamando comida y una gota de agua, que dejé sobre la tabla.

Recostado en la cucheta, pensaba sobre esta relación extraña entre un marino solitario y la mosca. Supongo que mi equilibrio está comprometido por la situación en que estoy sumido.

Ya se hizo de noche y la tormenta no amaina, el velero se comporta bien, pero yo me estoy sintiendo mal, ya he vomitado varias veces, a pesar de los antiespasmódicos y mi experiencia náutica. Mimi, si la mosca, le he dado un nombre que de alguna manera me reconforta, está posada en el techo sin moverse, mientras le hablo, contándole recuerdos de mis aventuras.

Habrá muerto Mimi, o solo espera que mejore el clima, como yo lo hago, puse azúcar y no baja a comer.

Quizá sea Mimi como las amantes que tuve en estos últimos años, se morían sus deseos, por mi forma de ser. Siempre salía a navegar por meses, cuando la relación comenzaba a carcomer mis velas.

Ellas como Mimi, quedaban quietas en esos muelles, mientras me alejaba sin prometer regresar.

 

Miércoles 21 de Abril de 1937, 34º52´46,8” S – 18º23´38,1” E -

Hoy desperté en la cucheta con una insólita quietud, me desprendí de las ataduras y ya el sol penetraba por el ojo de buey, dejándome ver un mar sumamente calmo.

Mimi, donde está, miré el techo y no la vi, dejé un poco de azúcar y una gota de agua, esperando sentirla zumbar. Pero nada ella no aparecía.

Desayuné con rapidez y la veo allí a los pies de la cucheta, como un destacado e inmóvil punto negro.

 

Estuve unos instantes quieto, sin pretenderlo, balbuceé Mimi…, la recogí con cuidado y la dejé un rato en mi mano, esperaba que reaccionara.

 

En silencio busqué una caja de fósforos, la vacié colocándola dentro.

 

Salí a cubierta, contemplando el ritual del mar, dejé deslizar la caja de fósforos con Mimi en su interior, a ese mar quieto ausente de lo vivido entre nosotros.

 

Izar las velas y poner rumbo al oeste, fue mi tarea tras ese rito, tomé el timón y mis ojos se humedecieron con lágrimas que no son fáciles en mi.