Luz en la cortina
La tarde es un perro al otro lado del cristal
Con un charco de luz en el hocico.
Con su cálida lengua
Viene a lamer la herida en mi ventana
Viene a impregnar su vaho sobre el vidrio
Su cansino bostezo en mi reflejo.
Una luz estancada en la persiana
Revela el polvo
Guía a los sabuesos
Allí donde se oculta la memoria.
Como indistinta sombra
La tarde se agiganta.
Y el recuerdo exhumado por los canes
Se lía en sus finas hebras
Como una telaraña.
Como un musgo de culpas
Y dulces florescencias
De tardes olvidadas.
La tarde cuyo único movimiento
No nos permite nada
Con su único reflejo
Nos manda sus sabuesos
Para desenterrar nuestros recuerdos
Y sumirnos en la nada.