Se hundían mis labios
en el agua serena,
tan fresca y tan pura…
Ella era la fuente,
ungiendo mi pena;
saciando mi amor
de miel y colmena.
Sus besos en flor,
labios de niña
de néctar y albor…
Cincel de pasión,
de esos amores
que nunca se olvidan;
que jamás se cuentan
por solo el temor
de perderlo mañana.
Jorge Aimar Francese Hardaick - Argentina
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