Veré tus dunas bajo el sol de enero
y, en rítmica cadencia,
te besará el oleaje marinero
con creciente potencia,
y dejarás entrar sin resistencia
este viento extranjero
que invade tu inocencia
de playa virgen que pisa un forastero.
Y cuando sientas en tu blanca arena
mis manos que te gozan,
el ímpetu creciente que resuena
en oleadas furiosas,
hasta alcanzar la cumbre poderosa
que ya nada sofrena,
detendremos el tiempo en esa escena
de sal maravillosa,
de deleite y de dicha que enajena
y demorarnos en la mar serena
que acaricia las playas y reposa.