Ella también se tapa la boca cuando ríe,
también se arregla el cabello cada par de minutos.
También besa cerrando los ojos,
como si aquello formase parte de una escena de romance.
También le encanta el helado de chocolate,
la comida rápida y el café tanto como las gaseosas.
Baila y cuando sonríe parece que el sol se oculta en su boca.
Sueña tan alto y camina tan bajo,
que a veces temo que se encuentre con mis miedos
en ese sótano donde, también,
tengo atadas las cosas que me recuerdan a ti.
Ella también escucha música en Spotify,
mira películas y series en Netflix antes de dormir
y al despertar siempre lee su libro favorito,
ese de poemas que tanto le encanta.
Lo único que tiene ella que no tienes tú,
sea quizá la forma en que dice te quiero.
A ella le suena más convincente.
Y cuando me abraza
—esto es vital—,
cuando me abraza
siento que nunca va a hacerlo
por última vez.
Siento que nunca va a irse
y si se va
no voy a tener que aprender
a vivir sin ella
antes de que se aleje.
Con ella no estoy improvisando.
Puedo verlo en sus ojos.
Que yo soy su vida.