Desde la terraza veía pasar el desfile,
no lo distinguía todo,
sin embargo dejé a un lado mi libro,
el libro que estaba corrigiendo,
y me asomé a la barandilla.
Un grupo de muchachas en minifalda bailaban riendo,
por detrás la charanga sonaba alegre.
Los siguientes debían de ser de alguna protectora:
iban con perros cuyos ojos parecían buscar amo.
Como la mayoría de la gente, pensé,
preferimos un amo justo y benevolente
a la libertad.
Alcé un momento la mirada,
el cielo azul no tenía manchas,
un avión lo surcaba en las alturas.
Eché de menos un pájaro, ya ni siquiera una bandada,
que insuflara vida a ese espacio.
Al bajar la vista, vi que las chicas ya se habían perdido de mi vista, y que ahora un grupo de moteros se acercaba.
Desinteresado, volví a mi silla,
para seguir con el libro.
Pero antes, sentí al respirar tu ausencia,
tu radiante sonrisa a mi lado:
te esperaba mañana, volverías de tu viaje,
y el deseo y la alegría se mezclaban
como la harina y la levadura para hacer el pan.
Ahora, a dejarlos trabajar,
que el tiempo el aire el sol
los hagan subir,
y mientras tanto yo sé, lo noto,
que nunca te has ido
porque estás dentro de mí.