Nadie sabe mi sufrir,
la impotencia que me embarga
temiendo lo cercano del devenir,
pues de mis ojos la luz se apaga.
Me siento lentamente morir
y sin consuelo para mi alma,
yo que gozo cada día de vivir
contemplando la alborada.
No me consuela el pensar
que hay otros peor o igual,
tampoco se puede comparar,
¡cada cual sabe su mal!
De niña ya sospechaba
que algo extraño me pasaba,
no me “defendía” como las demás
y menos cuando la noche llegaba.
Con palabras amorosas
me alertaban a todas horas:
¡cuando se enciendan las farolas
te queremos en casa sin demoras!
Nadie sabe las limitaciones
de los afectados de Retinosis Pigmentaria
los problemas, miedos y sinsabores
de nuestra vida cotidiana.
En mi caso avanza lentamente
privilegio que agradezco a Dios
y le imploro humildemente
un poco más de su amor.
Fina