¡Llueve!
Contemplo con ojos grandes,
ojos de adentro, la borrasca.
En mi memoria, bien o mal influye,
pero solaz del alma.
Convertida del relámpago en espejo, veo la hierba.
Como Castillos con sueños incumplidos, veo los montes.
Como monstruos que atacan siempre al loco manchego,
veo el bosque.
Canturreo de goteras en los pisos pobres.
Gentes callando abstraídas
en la cresta del monte y más allá.
Caños con habla inflexible.
La lluvia me recuerda:
Al ataúd en la penumbra.
Al desvanecido rostro del amor último,
del perdido tiempo, lección aprendida.
Llueve mientras vago por la galaxia
de colores mentales.
Perpetuo aguacero de cuarenta años
de vida, en un instante.
Arturo Mora/17