Era maquinista naval
como un minero que añora
la luz del alba,
él se arrojó libre e inocente
a su mar.
Como un niño sin maldad
que se arrojara al estanque
donde duermen piedras varadas.
Ramón pasó de marino a galeote
encadenado a una cama, sin más cielo
que el techo, alma rebelde, cuerpo
desecho.
Si no se puede acariciar
nada existe, todo está lejos.
Ramón ya está en su gloria
formando parte de nuestra
memoria.
Ya no eres marino ni galeote,
rompíste las cadenas, dejáste
este mundo en calma, sereno
como un chico vivaz, como un
hombre bueno.