Sos mío, con el eco estrepitoso y el vacío que tiene tal afirmación, con el desgano que deja la distancia, sos mío con la nada contenida en un abrazo nunca dado, con la libertad de no poseer nada más que un sentimiento confuso, que se aproxima a los conceptos pero nunca se define.
Sos mío, si, estás en estos brazos vacíos, en esta boca sin te amos, en esta piel sin tacto, en este espacio desocupado, sos mío porque aun nadie sabe cómo prohibir el pensamiento.
Duele, si a veces duele, pero no por eso uno abre las manos y suelta, hasta que un día nos sangran las manos de sostener el fracaso, eres mío como mío es todo este engaño de la felicidad, sabes qué queda después de ti, la ruta inacabada del olvido, y no, no te olvido a vos olvido todo lo que yo he sido, así fue como me perdí, me perdí en tu cuerpo que nunca me cobijó pero todavía lo recorro palmo a palmo, tu cuerpo era el camino y yo nunca supe llegar a él, me perdí en tus ardores que nunca me incluyeron, en tus sonrisas que siempre me arrinconaron contra el deseo de que alguna vez sonrieras para mí.
Sos mío porque nadie puede prohibirme el sufrimiento, porque eres la pena que cargo inadvertida, sos mío porque me dio la gana de quererte sólo porque existes no porque existas conmigo, porque no quiero dejar de imaginarte, porque me divierte la suerte de esperar, esperar como un maldito resignado la condena, sos mío porque antes de que te fueras ya yo te había perdido, porque nunca estuviste y aun así yo sigo contigo.
Sos mío porque entendí muy tarde que se puede amar sentado desde el otro lado de la mesa, desde la parte fría de la cama, desde las masturbaciones diarias, sos mío porque sé que no hace falta poseerte para tenerte dentro, porque la imaginación es el orgasmo, porque me gusta dar vueltas en la rabia.