Enrique del Nilo

DESDE LA TARDE DE LA HIGUERA

 

 

 

Unos dicen que fue Terán,

otros que fue Rodríguez,

mientras ellos mismos lo niegan,

porque para apagar un sol

te has de quemar la manos

 

Flaco, harapiento y desgarbado

lucía el comandante

a la hora de ser capturado;

mas nunca dirán que lo compraron

o que se entregó por hambre;

las fuerzas le abandonaron

y la humanidad lo pagó muy caro

 

Pudo haber sido

un médico, quizá renombrado

allá en Rosario, Argentina;

pero quiso la vida que viniera

a morir ajusticiado

aquella tarde en la Higuera

y desde ahí postergarse en la historia

y que toda América lo sintiera

 

Hoy es amado

y odiado…

hasta por unos temido,

criticado…

y ¡hasta usado!

por los bastardos

que viven de su memoria,

parásitos de la historia

 

¿Qué si ordenó muertes,

que si mató?

¡Póngase serio,

no le dije que fuera un santo

o acaso que fuera dios!

pero cuando sus manos la sangre tiñó

fue para librar al pueblo

de un mal hijo de su nación

 

Cuando aquella timorata bala

encajada atrás del cuello,

cortó la vida del hombre,

le dio vida al mito

de ese inmenso guerrillero

que ignorando fronteras

nos exigió americanos,

precursores del pueblo