Unos dicen que fue Terán,
otros que fue Rodríguez,
mientras ellos mismos lo niegan,
porque para apagar un sol
te has de quemar la manos
Flaco, harapiento y desgarbado
lucía el comandante
a la hora de ser capturado;
mas nunca dirán que lo compraron
o que se entregó por hambre;
las fuerzas le abandonaron
y la humanidad lo pagó muy caro
Pudo haber sido
un médico, quizá renombrado
allá en Rosario, Argentina;
pero quiso la vida que viniera
a morir ajusticiado
aquella tarde en la Higuera
y desde ahí postergarse en la historia
y que toda América lo sintiera
Hoy es amado
y odiado…
hasta por unos temido,
criticado…
y ¡hasta usado!
por los bastardos
que viven de su memoria,
parásitos de la historia
¿Qué si ordenó muertes,
que si mató?
¡Póngase serio,
no le dije que fuera un santo
o acaso que fuera dios!
pero cuando sus manos la sangre tiñó
fue para librar al pueblo
de un mal hijo de su nación
Cuando aquella timorata bala
encajada atrás del cuello,
cortó la vida del hombre,
le dio vida al mito
de ese inmenso guerrillero
que ignorando fronteras
nos exigió americanos,
precursores del pueblo