Ni el abrigo del poncho
con sus hebras curtidas
de tiempo y de vida,
cobijó tu duelo.
Apoyaste tu cabeza
en el estambre suave
y dejaste crecer los ríos
en tus ojos.
No salió de tu boca
suspiro ni lamento,
los hiciste prisioneros
de tu pluma.
Fue sólo un instante.
Pobre instante solo,
sólo a ti te tuvo
y a tu silencio sonoro.
De mi libro \"Soles y de escarchas\". 2004 ISBN 987-9415-17-5