En la oscuridad del pálido ocaso,
A la orilla del crepúsculo que se muestra en tu mirada,
Se dejan ver, las primeras estrellas,
Aparecen como inéditas, tranquilas.
Tratando de no despertar tus aguas dormidas.
Navego moribundo; enfermo,
El torrente de anchos ríos, que
Hasta tus mares llega. De mi navío,
Empujado por tus manos como olas,
Extiendo mis besos como redes, que bañan tus ojos.
Y aquellas aguas, extendidas por un vasto cielo,
Que termina con tu mirada, encienden aquel fuego,
Que al invierno aleja.